Sentencia contra Padilla, Bravo y Maldonado

EL DÍA DESPUÉS DE VILLALAR

Tras la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521, los principales capitanes comuneros fueron capturados y al día siguiente un tribunal constituido de inmediato por los jueces Cornejo, salmerón y Alcalá juzgó u condenó a pena de muerte por degollación y confiscación de bienes y oficios a los tres principales capitanes: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. La sentencia fue ejecutada allí mismo. Este hecho se considera el comienzo de la dramática represión que sufrieron todos los que participaron de un modo u otro en la contienda durante la guerra de las Comunidades.

UN JUICIO RÁPIDO

En el documento se puede leer que Juan de Padilla recibió juramento ajustado a derecho ante el doctor Antonio Cornejo, alcalde de Casa y Corte, y que confesó ser capitán de la comunidad de Toledo, haber estado en Torrelobatón con el ejército comunero, haber luchado contra el condestable y almirante, gobernadores de Castilla, y haber estado implicado en el arresto en Valladolid de miembros del Consejo Real y alcaldes de Casa y Corte. Igualmente, Bravo y Maldonado confesaron ser capitanes de las comunidades de Segovia y Salamanca.

En realidad, el proceso penal fue sumario y muy simplificado quizás porque se deseaba dar ejemplo de una forma inmediata para simbolizar el fin de las comunidades. Los procesos judiciales por lo general eran largos y farragosos, por lo que algunos autores opinan que aquellos juicio, sentencia y ejecución.

POR DEGOLLAMIENTO

Según los cronistas, los tres condenados, tras escribir cartas de despedida y confesarse, fueron montados en mulas y conducidos en procesión al cadalso, ubicado en la plaza, con un pregonero que iba publicando su delito y la pena a ejecutar; allí fueron degollados públicamente y luego decapitados, y sus cabezas fueron expuestas para ejemplo de todos.

MITOS

La ejecución de los cabecillas es uno de los símbolos de las comunidades y algunos cronistas refieren algunas anécdotas que han pasado al imaginario popular pero que no pueden ser certificadas como hechos históricos. Así, el capitán segoviano protestó airadamente ante la acusación por traición ya que los comuneros precisamente habían sido leales al reino más que nadie, a lo que el toledano Juan de Padilla repuso: Señor Juan Bravo, ayer era día de pelear como caballero, hoy de morir como cristiano. Juan Bravo, ante esta circunstancia solicitó ser el primero en subir al cadalso pues no quería ver morir Padilla. Igualmente, Padilla escribió a su esposa María de Pacheco y a la ciudad de Toledo, aunque la carta que se conserva en Lisboa, de hecho, no tiene ni firma ni destinatario.

LOS CADÁVERES

Los cuerpos de los ejecutados fueron enterrados en la iglesia de Villalar. Segovia logró permiso para llevar el cuerpo de Bravo en los primeros días de junio, pero el fervor popular ante el séquito que llevaba el cadáver a la iglesia de Santa Cruz fue duramente reprimido por los contrarrevolucionarios y aquello se saldó con la expulsión de la ciudad de algunos parientes de Bravo y con el ahorcamiento de dos activos participante en la ceremonia. Con estos antecedentes, el corregidor de Salamanca temía incidentes similares y mostró sus reticencias a la llevada del cuerpo de Maldonado a la ciudad (no consentiré, sino que lo metan de noche y sin pompa).

DANDO LA NOTICIA AL REY

Al día siguiente, desde Tordesillas, el cardenal Adriano escribía a Carlos V: Y el otro día siguiente, que eran veintequatro de este mes de abril, yo llegué al dicho lugar para verme con el condestable, y degollaron allí con sentencia y pregón público a Joan de Padilla, a Joan Bravo y a Francisco Maldonado, lo que cierto fue una grandíssima jornada.

Anónimo
24 de abril de 1521
Manuscrito
Archivo General de Simancas, Valladolid

Archivo General de Simancas, Valladolid